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Montserrat Espinar

TINTA EN LAS GRIETAS

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XIX Certamen Declaraciones de Amor Ayuntamiento de Málaga.

29/01/2020 by montsespi Leave a Comment

Montserrat Espinar Finalista Obra: Abuelo

Y mi experiencia fue…

Llego del trabajo, es medio día, suena el timbre y me entregan un paquete. No espero nada. Pesa como un demonio. Lo abro. Abuelo, otra vez contigo, somos buenos socios. El amor, siempre el amor. Gracias, Málaga, por el reconocimiento. ¡Tinta, mucha tinta!

Una declaración de amor,a ti, mi abuelo. Hasta Málaga vamos.

Mi abuelo se llamaba Bernardino y durante años guardó un secreto. Es posible que ni siquiera se molestara en guardarlo, fuimos los demás, su propia familia, los que no supimos leer en sus ojos el misterio. Todas las tardes, a la caída del sol, cuando los colores se embadurnaban del nostálgico gris, cuando se desprendía de la bata de trabajo y volteaba el cartel de la puerta indicando “cerrado”, todas esas tardes salía de la  tienda, tal vez esperanzado, como el que busca algo y confía que, en cualquier momento, lo pueda encontrar.

Fue un tipo melancólico, de hombros caídos y pose amedrentada, como el que está porque le han obligado y, en realidad, no le hace ninguna gracia permanecer sea cual sea el lugar. Lo recuerdo mayor, un eterno anciano y, bajo los ojos de una niña (la que era yo en aquellos años), un viejo frágil y abatido, incapaz de mirar a lo alto por si el cielo quisiera llevárselo con él. En realidad yo nací cuando cumplió cincuenta y dos años. El azar quiso que compartiéramos celebración y el veinticuatro de junio nos alumbró a los dos, con más de medio siglo de distancia, el azar quiso sorprenderlo.

Durante años, por las tardes, tras salir del colegio, lo acompañé en el herbolario. La tienda fue herencia de su padre y él continuó con lo único que sabía hacer: recolectar hierbas y plantas medicinales, clasificarlas y venderlas a granel según las necesidades de cada cliente. Mi abuela Manuela lo dijo muchas veces, la tienda, las hierbas, despeñarse por los campos en busca y toma de cualquier rastrojo, eso es lo único que sabe hacer el abuelo, vivir entre hierbajos, removerse como una lombriz entre las cuatro paredes de la tienda, y callar.

No le gustaba hablar, prefería el silencio, el murmullo del campo vivo, arrullador, irisado tras los pinceles del atildado amanecer, donde él se mezclaba arrastrado por sus aromas, por sus colores, por dejar de ser, simplemente, lo que nunca quiso.

Autora: Montserrat Espinar

Filed Under: Premios

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